Hasta la fecha, nadie ha sido capaz de predecir el advenimiento de un terremoto. Los temblores no se pueden prevenir, pero el daño que éstos pueden causar puede ser reducido con un diseño apropiado de las estructuras, con programas de prevención ante emergencias, con la concientización de la población y con construcciones edificadas con un buen estándar de seguridad, lo que se le conoce como cultura de prevención sísmica.
Los daños causados por un terremoto son el resultado de factores tales como la magnitud del terremoto, la duración del movimiento del suelo, el tipo de suelo y el tipo de construcción. La duración del movimiento sísmico depende de la magnitud del temblor, de la distancia que existe entre quien lo percibe y el epicentro, y de la geología en el sitio del observación, y va desde 10 a 20 segundos cuando la magnitud del temblor es de 6 a 7 hasta casi un minuto en sismos de magnitudes mayores.
Ciertas construcciones no son suficientemente resistentes al movimiento lateral que ocasionan los terremotos, y mientras más tiempo oscilen más severo será el daño que éstas puedan sufrir, por lo que es necesario estudiar el riesgo sísmico de una zona urbana establecida en un área de actividad sísmica. Este riesgo se refiere a la probabilidad del daño a las construcciones y el número de personas que resultarán lesionadas o muertas en el caso de un fuerte temblor, y varía dependiendo de la cercanía a las fallas activas, al tipo de suelo, al potencial de firmeza o asentamiento del suelo y a la edad y diseño de las edificaciones.
El reconocimiento de estos factores proporciona las bases para la planeación de futuros complejos habitacionales con un peligro sísmico reducido. Edificaciones importantes, tales como hospitales y escuelas, deberán construirse en los lugares más seguros, mientras que las áreas de mayor riesgo tendrán que ser usadas para parques o pequeñas edificaciones.
Aunque nada puede hacerse para evitar que los temblores ocurran, sí se puede aprender a vivir con los problemas que éstos pueden ocasionar. Al construir en áreas sísmicas, las normas de construcción antisísmica deberán adecuarse continuamente usando bases de datos cada vez mejores y más completas con información relacionada con el comportamiento dinámico del suelo, de las estructuras que éste soporta y de la interacción entre ambos, para que las obras tengan la capacidad para resistir los fuertes embates de los temblores, y para ello es necesario el trabajo en equipo de ingenieros, geólogos y los científicos que estudian específicamente este fenómeno: los sismólogos.
¿Puede la actividad humana provocar sismos?
Mito:
La actividad humana no tiene efecto alguno sobre el origen o control de la actividad sísmica.
Realidad:
Las actividades humanas pueden ser la causa directa o indirecta de la ocurrencia de temblores a través de la inyección de fluidos de deshecho en pozos profundos ó del llenado de una presa. Tales actividades incrementan la deformación en las rocas de una zona de actividad sísmica, acelerando así el deslizamiento de las rocas a lo largo de fallas pre-existentes.
Sin embargo, el evento más grande que ha sido inducido por inyección de fluidos tuvo una magnitud de 5.5 y fue en las montañas Rocosas de Denver Colorado. Por otro lado, no se han logrado correlaciones claras de las detonaciones nucleares con ninguna actividad sísmica, lo cual se explica al considerarse que los temblores ocurren a grandes profundidades y que la escala de las fuerzas que los generan está muy por arriba de las posibilidades humanas.